Economía ambiental: la transformación necesaria para sostener nuestro planeta
El derecho a un medio ambiente sano es, de hecho, la base de todos los derechos humanos. La falta de un medio ambiente saludable es una de las mayores causas de pobreza y de mortalidad en el mundo. Una realidad que se ha agudizado a medida que los efectos del cambio climático se vuelven más impactantes.
Tratar esto no es precisamente una cuestión tecnológica y la comunidad científica es unánime en considerar que la solución está al alcance de todos. La solución es, por un lado, la conservación de los ecosistemas, la biodiversidad y los bosques. Por otro lado, la restauración de ecosistemas, la promoción de la biodiversidad y la reforestación.
En este sentido, Naciones Unidas lo aborda en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, destacando la Acción Climática y la Vida en el Agua y en la Tierra entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Además, las Naciones Unidas también han declarado 2021-2030 como la Década de la Restauración de los Ecosistemas.
El primer paso que hay que dar es preservar las áreas naturales prístinas restantes, como reservas naturales integrales, dejándolas como están, sin nada que agregar, alterar o reemplazar, totalmente libres de la presión humana, incluidas las visitas, permitiendo que los procesos naturales sigan su propio camino.
El segundo paso sería adaptar los parques naturales a los retos del cambio climático y las perturbaciones humanas, zonas en las que la naturaleza y el hombre conviven.
El tercer paso sería abordar el conflicto de intereses entre el hombre y la naturaleza, con la restauración de los espacios naturales, en particular, a través de la restitución de los bosques nativos.
La restitución de los bosques nativos sería una solución global y según el estudio «El Potencial Global para la Restauración de Bosques», publicado en Science, ahora sabemos que un área del tamaño de los Estados Unidos podría ser restaurada como bosques con el potencial de secuestrar casi 100 años de emisiones de carbono.
Este informe concluyó que hay suficiente tierra adecuada para aumentar la cubierta forestal mundial en un tercio, sin afectar a las ciudades existentes o a la agricultura. Sin embargo, la cantidad de superficie terrestre adecuada disminuye a medida que aumentan las temperaturas globales.
No hay tiempo que perder, pero «la humanidad se encuentra en una encrucijada», como lo expresó el Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica para el período 2011-2020 al final del Decenio de la Biodiversidad, con los 20 objetivos lejos de ser alcanzados.
Sabemos que enfrentar esta situación salvaría muchas vidas y mucho dinero de los impuestos que cubrirá las consecuencias de los desastres naturales, lo que nos deja con la pregunta de por qué no actuamos globalmente.
Además de los movimientos negacionistas y los lobbies, la cuestión central es que la relación causa-efecto tiende a ser muy abstracta para el ciudadano común, ya que las consecuencias son indirectas. A esto se suma la necesidad de una participación e inversión continuas a largo plazo, que no se consideren rentables ni de impacto directo.
En este sentido, surge la idea de una economía ambiental, un círculo productivo totalmente cerrado. Las empresas explotan los recursos naturales, contaminan y suelen dejar muchos problemas ambientales, que suelen ser resueltos por los gobiernos y, en consecuencia, con el dinero de los contribuyentes. Necesitamos cerrar este círculo. Las empresas deben pagar por los recursos que explotan y por los daños que introducen y dejan a su paso, aunque esto signifique un aumento de los precios para los consumidores.
De esta manera, sería posible generar y sostener una economía ambiental, basada en la restauración ecológica, incluyendo la restauración de bosques nativos y la promoción de nuevos bosques, que brindarán una miríada de servicios ecosistémicos invaluables, además del secuestro de emisiones de carbono.
Una economía ambiental también es un fuerte aliado de una economía social, con el potencial de generar muchos empleos verdes, vinculados a la restauración de ecosistemas y la reforestación, particularmente en áreas económica y socialmente deprimidas, con la ciencia liderando las economías y permitiendo un cambio hacia una sociedad más equitativa, al tiempo que implementa una acción climática efectiva.
Podemos pensar que esta es una misión de los gobiernos, pero debemos reconocer que los cambios globales son el resultado de cambios individuales. Los gobiernos y las empresas solo aceptaremos cualquier cambio si nosotros, como individuos, exigimos un cambio y nos unimos en esos cambios, como hemos visto con el movimiento de la Huelga Mundial por el Clima.
Hay muchas organizaciones, desde la conservación de la naturaleza hasta la economía circular, pasando por el activismo ambiental, que son una oportunidad para la implicación directa, ya que hay empresas que abrazan el cambio que podemos privilegiar, dando fuerza a dichos modelos.
En este sentido, no solo Plantar Uma Árvore – Associação da la oportunidad a los ciudadanos comunes, sino también a las escuelas, instituciones sociales y empresas, de participar en trabajos prácticos, pero también de trabajar en cooperación con entidades públicas y privadas, como Aquela Kombucha, que han adoptado este modelo de negocio.
¡Tú también estás convocado! ¡Actúe ahora, plante un árbol! Al fin y al cabo, ¡somos lo que hacemos!
Miguel Teles lidera desde hace 12 años el proyecto Plantar Uma Árvore – Associação, que tiene como objetivo involucrar a la comunidad a través de programas de voluntariado a corto y largo plazo, para la recuperación de áreas ecológicamente degradadas, a través de la restitución de bosques nativos.