Compartir, resiliencia y grandeza en las pequeñas cosas: lecciones aprendidas del arte de la fermentación
No estamos solos.
Somos parte de un todo: de un universo, de un planeta, de un continente, de un país, de una ciudad, de una comunidad, de una familia. Es positivo ganar perspectiva. Cuando me hundo en problemas sin resolver, me ayuda y me calma darme cuenta de que en realidad son insignificantes y fugaces; Además de que ‘todo tiene solución’ -como dice mi post-it.
Es bueno darse cuenta de que englobamos dos ideas antagónicas: la grandeza y la pequeñez. En la escala del universo somos muy pequeños, pero también tenemos un gran impacto, al igual que los microorganismos.
La fermentación me enseñó mucho. Además de aprender a hacer kombucha, aprendí a reconocer y conectar con el ritmo de la Naturaleza, a respetar su equilibrio simbiótico. Terminé viéndome en células microscópicas y sintiéndome como ellos. Hasta que empecé a fermentar, en la cocina de mi madre, no tenía una noción real de la vida microscópica o de la vida a escala humana, por cierto.
Quien fermenta, sabe. Los que fermentan saben lo que es estar a merced de los demás, en manos del universo, permitiendo que seres invisibles hagan gran parte del trabajo y confiando en que el resultado será delicioso.
No siempre es así. El verano pasado tiramos por el desagüe unos 1000L de kombucha que se «cocinó» debido a la ola de calor que asoló Oporto cuando nos fuimos de vacaciones. La edición limitada de Blueberry no salió la primera vez, ni la segunda, fue la tercera.
Fermentar es duro, como lo es la vida cuando somos parte activa de ella. Pero mi única certeza es el compartir y la ayuda mutua, sin la cual no habría sobrevivido a tanta «mala suerte». Ningún microorganismo vive aislado, nosotros tampoco. ¡Esa Kombucha ni siquiera es un pensamiento! Es por eso que creamos asociaciones, eventos e ideas con terceros, porque es más divertido e interesante honrar nuestros orígenes microscópicos y fermentar juntos.
Esa Kitchenette es un ejemplo de todo esto. Varias fuerzas distintas, unidas, cocinando para hacernos felices a nosotros mismos y a los demás. Básicamente, para honrar a la madre naturaleza por todos los deleites y la fuerza que nos da.
¡Fermentaos!